Mirar atrás puede lastimar por todo lo que dejamos en el camino. Por lo que no hicimos, por lo que hubiéramos hecho y por todos los pudieron ser que no fueron. Pero es un ejercicio necesario para entender el presente y enfrentar el futuro.
La verdad es que nunca he sido muy partidario de los encuentros con el pasado. Creo que es mejor ceñirse al presente. Profeso firmemente que no hay tiempo mejor que el que tenemos ahora. En definitiva el pasado solo existe en los trazos del actualmente, y el futuro es una quimera…
Esta entrada del blog a cuenta… de una comida de “viejas glorias” del colegio La Concepción de Onteniente. Un colegio magnifico donde estuve como alumno interno (De esos que se entraba el lunes y se salía el viernes si uno se portaba bien), en el que pase una época de mi vida cargada de buenos recuerdos. Una comida magnifica en la que por unas horas nos trasladamos casi 30 años atrás un grupo de “compinches”.
Ha pasado el tiempo y ya no somos los mismos. Las personas cambian, sin embargo las mismas raíces nos agarran a la tierra y en esencia el sol interior de antaño nos calienta.
Entonces yo creía en el “hombre” con la fresca ingenuidad de los “brotes verdes” de los años que tenía. En aquellos tiempos de cambios personales y políticos todavía algunos soñábamos con “revoluciones pendientes” que parecían trasnochadas a los tiempos, mientras nos hacíamos adultos. Aunque visto lo visto, y en los atardeceres de tanto progreso, aún hoy creo que teníamos razón los que nos posicionábamos en los “extremos”.
Del colegio recuerdo el silencio de las filas, cuando subíamos a cobijarnos, las palmadas que resonaban en el silencio indicándonos si debíamos seguir o no avanzando sobre aquellos escalones desgastados por los años y las pisadas de los estudiantes de otros tiempos, como mi padre… También las misas de los miércoles y las confesiones de los lunes… Las reuniones clandestinas. Las fugas…
Recuerdo las brigadas (aulas gigantes donde entre pupitres soñábamos crecer), los dormitorios (donde hacinábamos ilusiones decenas de niños grandes), los libros…, los compañeros, los padres franciscanos, los maestros…
Tuve el privilegio de vivir la experiencia de aquellos años, en aquel entorno. Fue nuestro particular “Hogwarts”. Una experiencia difícil de explicar en “blanco y negro” con sólo palabras.
Disfruté muchas horas de HISTORIA (con mayúsculas) con Don Joaquín Cortés… (Ximo lo llamábamos cariñosamente). El responsable de este encuentro y otros muchos que han empezado vía internet a través del “yo también fui al Colegio La Concepción”.
Desde estas líneas, gracias XIMO. ¡Tú si que vales! Próxima parada Benidorm.